Después de unos días sin escribir en el blog, un poco absorbida por las tareas cotidianas y la escritura de mi libro, sí, sí, mi libro, quiero compartir una cosa
un tanto curiosa que me está pasando en las últimas semanas.
Y es que he podido comprobar
eso que dicen de que, cuando uno está bien, a su alrededor, de repente, pasan cosas distintas. Debe ser que ahora transmito algo que antes no transmitía pero últimamente me sorprendo de la cantidad de momentos gratificantes y sorprendentes
que me llevo. Y lo mejor es que me los llevo sin esperarlos, sin planearlos.
Personas que se acercan
a ti sin haber hecho nada, otras que sienten la necesidad de cerrar viejas rencillas pasadas, momentos de compartir, de soñar despierta, en definitiva, momentos positivos.
Y es que aún me parece mentira cómo de un momento tan profundo, tan difícil mentalmente hablando, se puede resurgir de una manera tan increíble, tan constructiva y llegar
a un estado que, si no es eso que llaman felicidad, se le parece bastante.
Porque no hay nada más
grande que hacer de una crisis una oportunidad, una oportunidad de cambio.
AH.